Querido mío:
Las últimas semanas he pensado en ti y en lo que
solíamos hacer cuando estábamos juntos. Algunas noches camino de regreso
a casa y observo las estrellas, inevitablemente abrumas mi memoria.
Recuerdo
cuando me explicabas de la vía láctea y la Osa Mayor. En aquellos
tiempos, no entendía tus ideas sobre el universo, aunque me encantaba tomar
tu mano mientras lo hacías.
Han pasado algunos años desde aquel enero, y hoy me doy cuenta que aún me gusta hablar
de nuestro pasado. De lo bueno y lo malo. De lo que aprendí junto a tu
extraña manera de vivir. Desde entonces y quizá desde tu infancia tus
costumbres ya eran raras. Eras muy diferente a mí.
Sabes, a veces me asustaba cuando decías que si morías querías que fuera a
dejar tus cenizas al lugar donde naciste. Honestamente nunca me
visualicé así. En ese momento lo único que venía a mi mente era que me faltaba mucho por vivir y mundos por conocer. Así que no
contemplaba la idea de permanecer juntos hasta
la vejez.
Querido, a pesar de que no pensaba en una vida a tu lado,
tampoco la imaginaba sin ti. Y ahora aquí estoy, preguntándome y al
mismo tiempo evadiendo las respuestas.
Sí aquí estoy, algunos días extrañando tus rarezas.
Otras noches, recordándote bajo las estrellas de la gran ciudad.
L.C.
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